miércoles, 26 de octubre de 2011

Las ciclovías: una expresión de respeto de la ciudad a sus habitantes

Rodrigo Galleguillos Martín (*)

Gracias al Programa de Intercambio de la U. de Chile, tuve la posibilidad de cursar el último semestre de mis estudios en Copenhague, Dinamarca. Esta experiencia cambió mi percepción del mundo en distintas materias, pero hay una de ellas que me gustaría compartir en esta columna: el respeto de una ciudad o país hacia sus habitantes, expresado en la manera en que se organiza el transporte, público o privado.

Un amigo chileno, haciendo un tour por la capital danesa, me decía: “Si te fijas, esta ciudad te respeta: puedes elegir – realmente – cómo quieres moverte. A diferencia de Chile, utilizar transporte público o la bicicleta no es una carga, y dicho uso tiene un estándar de seguridad y confort más o menos equivalente al auto”. Las palabras de mi amigo me abrieron los ojos respecto a cómo el valor de respetar al otro, se expresa también en el modo en que funciona el transporte al interior de la ciudad. En efecto, si uno elige no tener auto (o no puede acceder a él) Copenhague ofrece a sus habitantes una red de transporte público de calidad y una extensa red de ciclovías, las cuáles son mantenidas en excelente estado. La ciudad está hecha para que la bicicleta sea, realmente, un medio de transporte, existiendo estacionamientos ad hoc en estaciones de trenes y metro que permiten conmutar el uso de ambos medios de transporte con la bicicleta.

¿Por qué traigo a colación este tema, máxime considerando que hoy en Chile existen numerosos blogs y comunidades que promueven furiosamente el uso de la bicicleta? Por que en ningún blog ni carta al director he visto expresado el factor “respeto al ciudadano” que conllevan aquellas políticas públicas destinadas a habilitar ciclovías y espacios adecuados para fomentar el uso de la bicicleta como medio de transporte.

El mayor valor agregado que puede brindar una política pública es contribuir a una mejor calidad de vida de las personas. La pésima percepción del Transantiago ocurre, a mí entender, por que su implementación no respetó a los ciudadanos: se les hizo modificar sus estilos de vida y, lo que es peor, trastocó los tiempos que las personas dedican a su vida personal y familiar. El Transantiago generó todos los estímulos posibles para que la gente comprase un auto, lo que trajo consigo un explosivo aumento en el número de vehículos en la capital y las consecuentes externalidades negativas en materia de contaminación y atochamientos (a modo de ejemplo, recuerdo que hasta antes del 2007 los tacos en Américo Vespucio estaban circunscritos a horas peak, en día de semana… y no a toda hora, como sucede en la actualidad).

Una ciudad que invierte en ciclovías y fomenta el uso de la bicicleta le está diciendo a sus ciudadanos: si no tienes plata para comprar un auto, o acceder al transporte público, nosotros nos preocupamos de darte un medio de transporte que prescinde de tu capacidad económica, y que permite que te desplaces por la urbe con seguridad y comodidad. Así, en forma adicional a los beneficios en materia de salud, medioambiente y turismo que trae consigo una política pública de desarrollo de ciclovías, una ciudad que fomenta el uso de la bicicleta está transmitiendo también una potente señal de democracia en el uso del espacio público: la ciudad ofrece medios de transporte dignos y seguros para todos.

En suma, considero que la habilitación de ciclovías adecuadas a lo largo y ancho de Santiago, y el desarrollo de infraestructura que permita la conectividad con otros medios de transporte (público o privado) constituiría una expresión de democracia y respeto, por parte de la capital de Chile, a sus ciudadanos.

(*) Abogado, U. de Chile