viernes, 22 de junio de 2012

Fútbol y tecnología en la determinación del gol

Pablo Romero Munizaga (*)

En la jornada de este martes 19 de junio, en el estadio Donbass Arena de la ciudad de Donetsk, se enfrentaron las selecciones de Ucrania e Inglaterra con el objetivo de conseguir la clasificación a los cuartos de final de la Eurocopa 2012, que se disputa en Ucrania y Polonia.

Después del gol de Wayne Rooney, que adelantaba a los ingleses en el marcador y dejaba a los ucranianos eliminados del certamen del que son coanfitriones, John Terry —central británico— sacó desde la línea de su arco un remate de Marko Dević —delantero de la selección local—. La repetición de la jugada demostró que la pelota alcanzó a cruzar completamente la línea de gol. Ni el árbitro principal, ni su asistente en la mitad de la cancha donde sucedió el hecho, ni —peor aún— el árbitro que se encontraba detrás del arco a efectos de evitar este tipo de situaciones, cobraron el gol que abría significado el empate transitorio.

Este ha sido el más reciente caso de los que popularmente se denominan “goles fantasmas”. Y no se trata de una realidad reciente, basta remontarse varios años atrás hasta el Mundial de Inglaterra en 1966, cuando nunca se pudo determinar si el remate de Geoffrey Hurst fue o no gol en la final de dicho campeonato —en este caso, la salvedad viene dada en que el árbitro de ese encuentro, Gottfried Dienst, resolvió convalidando la anotación—. Otro caso también se presentó entre las mismas selecciones en el último Campeonato Mundial disputado en Sudáfrica, en el año 2010. En esa ocasión, el mediocampista inglés Frank Lampard remató de media distancia, la pelota golpeó en el travesaño, rebotó un par de centímetros dentro del arco y salió fuera de éste. Gol. Ni el árbitro principal ni su asistente se percataron de ello.

Hace un par de años empezó la discusión en orden a dilucidar la procedencia de la utilización de medios tecnológicos con la finalidad de determinar si una pelota cruzó o no la línea de gol. Al respecto, la International Football Association Board (“IFAB”), se ha negado constantemente invocando una serie de razones tales como la universalidad del juego —el fútbol debe disputarse de la misma manera tanto en un encuentro de barrio como en una competición profesional—, el factor económico de la tecnología —la implementación de los recursos necesarios puede ser muy costosa y fuera del alcance de la gran mayoría que practica este deporte— y el dinamismo del juego —el partido no puede ser detenido a efectos de analizar si un balón entró o no—, entre otros argumentos.

Las razones son fácilmente debatibles, desde la imposibilidad absoluta se pretender asimilar el fútbol de barrio con el ultra competitivo —el primero carece de jueces de línea, banderines en las esquinas de la cancha, etc.— hasta los intereses involucrados en uno y otro encuentro —aspectos profesionales y expectativas a nivel nacional, entre otros—. Incluso, el actual Presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (“FIFA”) —Joseph Blatter— se ha expresado abiertamente respecto a la necesidad de incorporar la tecnología en el Fútbol.

¿Dónde radica el problema, entonces?, en la IFAB. A diferencia de lo que se cree, no es la FIFA quien decide los cambios que se deben concretar en el reglamento de las reglas del juego. Toda propuesta de modificación debe ser aprobada por la IFAB, la cual se compone por las cuatro asociaciones de Gran Bretaña —Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte— más la FIFA. Cada acuerdo debe contar con el voto conforme de la FIFA más el de dos asociaciones de Gran Bretaña. Luego, por más que Joseph Blatter y todos aquellos que pretenden hacer parte la tecnología en el juego pregonen públicamente sus intenciones, mientras las asociaciones británicas no se convenzan de ello o cambien los Presidentes de ellas, esta necesidad actual seguirá siendo lo que desde hace varios años es: una discusión.

La situación actual, si bien permite un normal desarrollo del juego, afecta parte esencial de este deporte, es decir, otorga incertidumbre respecto a ciertas jugadas que son expresión del objetivo central de la contienda —el gol—. Si existen elementos de dilucidación prácticamente instantáneos y que permiten cambiar incertidumbre por certeza, lo que implica instaurar parámetros de justicia en competiciones profesionales —excluyendo la recreación—, se puede concluir que la implementación de recursos tecnológicos es necesaria y que será cuestión de tiempo su concreción en la práctica, circunstancia que dependerá de nuevos representantes en las asociaciones del Reino Unido, donde 3 de ellas son escasamente profesionales.

(*) Abogado, U. de Chile.