jueves, 20 de junio de 2013

La pregunta que debiera ir antes de la Asamblea Constituyente

La pregunta que debiera ir antes de la Asamblea Constituyente.

Rodrigo Campero T.
Abogado U. de Chile

Desde hace un tiempo, en distintos niveles y ambientes, se viene hablando de la necesidad de realizar cambios a la Constitución Política que actualmente nos rige, sobre todo en materias de régimen político, sistema electoral y quorum de aprobación de leyes acerca de determinadas materias. Esa necesidad ha permeado en casi la totalidad del discurso de los distintos actores políticos, al punto que ya no existe (casi) ninguno de ellos que no reconozca la necesidad de, al menos, efectuar ajustes, perfeccionamientos o reformas en la materia.

Este discurso es más fuerte tratándose de los grupos, partidos y candidatos presidenciales de izquierda, los que abogan por la convocatoria a una “Asamblea Constituyente”, destinada a generar un nuevo pacto constitucional que desplace al generado en 1980 y remendado innumerables veces, hasta llegar al nuevo texto refundido del año 2005. Esta iniciativa se ve respaldada fuertemente por distintos movimientos, ya sean políticos, sociales o académicos, que proponen alternativas que van desde la “cuarta urna”, “marcar el voto” o bien convocar sin más trámite a la Constituyente.

A estas alturas, existe consenso de la necesidad de implementar cambios a nivel constitucional, que permitan adecuar las reglas de la norma fundamental a los nuevos tiempos sociales. Ahora bien, donde hay multiplicidad de opiniones es en el mecanismo, pero sobre todo en el contenido de las reformas. La pregunta central y más importante no debiese ser cómo cambiar, sino qué cambiar.

Es ahí donde se debiera centrar el debate y no en sí lo más apropiado es una Asamblea Constituyente, una Comisión Bicameral o lo que sea. Alguien señaló en la prensa en alguna oportunidad que una asamblea constituyente es el perfecto camino para no hacer nada, y creo que la frase tiene mucho sentido, y mucho de verdad, en la medida que quienes promueven esa clase de mecanismos no expliciten cuáles son los cambios que se le quieren proponer al país.

En definitiva, no basta con enunciar conceptos amplios como “justicia”, “igualdad”, “nacionalización”, “gratuidad”, etc., si no se expone y propone de qué manera tales ideas se plasmarían en un nuevo texto constitucional. No se trata, naturalmente, de explicar como irían  escritos los nuevos artículos, pero sí de dar a conocer de manera concreta y sincera, los lineamientos y propuestas que se sustentan en dichos conceptos tan amplios, y que por lo mismo, pueden significar mucho como también pueden significar nada.

Esas aclaraciones, indispensables en un debate sincero, no sólo irían en beneficio de quienes propugnan esas acciones, sino que además contribuirían a un intercambio responsable, fundado y no populista, donde todos los actores podrían hacerse cargo de los argumentos contrarios y de sus propias posiciones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario